Aldous Huxley poeta

Adriana Santa Cruz
Leedor
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5 min readNov 29, 2023

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Aldous Leonard Huxley (1894–1963) fue un novelista y ensayista inglés. En 1932 publicó Un mundo feliz, una de sus novelas más famosas, una distopía que ocupa un lugar en la historia de la ciencia ficción junto a 1984, de George Orwell, y Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, por mencionar algunas de las más leídas. Sin embargo, su primera vocación literaria fue la poesía desde los primeros años de su infancia, y a pesar de ser un muy buen narrador, jamás dejó de lado la escritura de poemas. El 22 de noviembre se cumplieron 60 años de su muerte, y lo recordamos en una faceta de su escritura quizás no tan conocida.

En 1941 se acercó a la literatura religiosa de la India, tuvo contactos con La Sociedad Vedanta de Los Ángeles y colaboró en la revista Vedanta and the West hasta 1960. En 1944 publicó El Tiempo debe detenerse, inspirado en El Libro Tibetano de los muertos. A partir de la década de 1950, comenzó a experimentar con diferentes drogas, de las que resultó su popular libro Las puertas de la percepción (1954), y en 1963 dio a conocer su última obra, Literatura y ciencia. Las puertas de la percepción está inspirado en el pensamiento de un poeta inglés de finales del siglo XVIII y principios del XIX: William Blake, quien también fue pintor, ensayista y grabador. Dice Huxley en su libro: “Vivimos juntos y actuamos y reaccionamos los unos sobre los otros, pero siempre, en todas las circunstancias, estamos solos. Los mártires entran en el circo tomados de la mano, pero son crucificados aisladamente. Abrazados, los amantes tratan desesperadamente de fusionar sus aislados éxtasis en una sola autotrascendencia, pero es en vano. Por su misma naturaleza, cada espíritu con una encarnación está condenado a padecer y gozar en la soledad. Las sensaciones, los sentimientos, las intuiciones, imaginaciones y fantasías son siempre cosas privadas y, salvo por medio de símbolos y de segunda mano, incomunicables. Podemos formar un fondo común de información sobre experiencias, pero no de las experiencias mismas. De la familia de la nación, cada grupo humano es una sociedad de universos islas”.

La poesía completa de Huxley fue traducida al español por Jesús Isaías Gómez López en la editorial Cátedra. Esta edición bilingüe incluye la elaborada por Donald Watt –a quien el autor norteamericano encargó la publicación póstuma de todos sus poemas (The Collected Poetry of Aldous Huxley)–, cinco apéndices que recopilan poesía publicada en la revista Oxford Poetry, los poemas en prosa del poemario Leda, poemas inéditos, poemas epistolares y seis poemas que Huxley escribió en francés. El criterio seguido es el cronológico, y en este orden se agrupan los seis poemarios que publicó en vida y dos poemas –“The Yellow Mustard” y “Lines”– que se publicaron en 1945 en una reedición especial del volumen IV de la mencionada revista Vedanta and the West, a la que se tituló Vedanta for the Western World.

Portada de la edición de Cátedra

Gómez López hace hincapié en la importancia de conocer muy bien la poesía de Huxley para comprender su obra posterior, un género que nunca abandonó porque “la forma poética impregna toda su producción narrativa en mayor o menor medida”. Entre las influencias que se pueden observar en los poemas del autor inglés, están los simbolistas franceses –especialmente Mallarmé, Rimbaud, Laforgue y Baudelaire–. En 1923, Huxley se lamentaba de que su época no tuviera referentes estéticos en poesía y negaba ese título a T. S. Eliot y a Ezra Pound, aunque valorara su obra.

Dueño de un saber enciclopédico y de un pensamiento abierto, Huxley es considerado uno de los representantes del pensamiento moderno. Fue, además, un gran crítico de las convenciones y de las normas sociales.

Carpe noctem

No hay futuro, no hay más pasado,
ni raíces ni frutos, flores pasajeras solo.
Túmbate tranquila, túmbate tranquila y la noche perdurará,
silenciosa y oscura, no por un espacio de horas,
sino eternamente. Déjame olvidar
todo menos tu perfume, todas las noches menos esta,
la pena, el infructuoso llanto, el pesar.
Solo túmbate tranquila: este lánguido y suave embeleso
florecerá al borde del sueño y se esparcirá,
hasta que no haya nada más que tú y yo
abrazados en un silencio intemporal. Mas como
el que, condenado a morir, por la mañana estará muerto,
yo sé, aunque la noche parezca eterna, que el cielo
ha de iluminarse pronto antes del sol del mañana.

Oscuridad

Mi alma tapiada jamás ha conocido
tan íntima oscuridad, deslumbrante paisaje,
como el punto ciego, del que brotan las visiones
en el corazón de la mirada crisólita…
la mística oscuridad que acaricia el trono de Dios
en un esplendor más allá de lo imaginable,
tan fugaz destello.
Pero las largas y siniestras tinieblas
que por la ciudad se despliegan,
sutilmente confusas, se arremolinan y dispersan,
menguan y viscosamente fluyen;
tinieblas de lujuria y avaricia,
del devastado cuerpo y el perverso corazón…
Yo conozco estas tinieblas.

Almería

Los vientos aquí no tienen insignias en movimiento, pero recorren
una vacía oscuridad, una destemplada luz;
ramas que no se doblan, nunca una flor torturada
se estremece, raíces agotadas, a punto de volar;
alado futuro, marchito pasado, ni semillas ni hojas
dan fe de esos veloces pies invisibles: corren
libres por una tierra desnuda, cuyo pecho recibe
todo el fiero ardor de un sol desnudo.
Tú tienes la Luz por amante. ¡Tierra afortunada
que concibe el fruto de su divino deseo!
Mas el seco polvo es todo lo que ella da a luz,
esa hija de arcilla creada por el perpetuo fuego celestial.
Por lo tanto venid, suave lluvia y delicadas nubes, y calmad
este amor radiante que tiene la fuerza del odio.

El espejo

A cámara lenta, la luz de la luna una vez atravesó
el soñador espejo,
donde, hincados, inviolablemente hondos,
viejos secretos no olvidados albergan
inolvidables maravillas.
Pero ahora polvorientas telarañas se entrelazan
por el espejo, el que antaño
viera los dedos que retiraban el oro
de una despreocupada frente;
y las profundidades son cegadas a la luna,
y olvidados sus secretos, nunca dichos.

La elección

Camarada, ahora que estás alegre
y por tanto eres sincero,
dime: ¿dónde te gustaría morir
y hacer que tu amigo enterrase
lo que tú fuiste una vez?
“¿En lo alto de una colina
con una vista apacible
del país donde en calma todo permanece?”…
Dios santo ¡Yo no!
Yacería en la calle
allí donde dos arroyos se encuentran,
con un intenso rumor que llega
a los oídos,
mientras dentro del cerebro tocan
marchas de vida y muerte,
de gloria, júbilo y miedo,
de la paz que se muda,
del fragor de la contienda
y de desbandadas de ejércitos en estampida.
Libre, allí me conmocionaría
lejos de los hundidos ritmos
de mi indolente esencia.

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Adriana Santa Cruz
Leedor

Profesora y Licenciada en Letras, redactora y gestora cultural