“El mundo de Rocannon”, Ursula K. Le Guin

Adriana Santa Cruz
5 min readDec 25, 2021

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Hablar de ciencia ficción no resulta fácil si queremos delimitar sus alcances. Pocos términos fueron tan discutidos y pocas especies literarias tan vapuleadas como las historias de s-f. El nombre ciencia ficción aparece por primera vez en una revista, Amazing Stories, en 1926, cuando el editor, Hugo Gernsback, denomina el nuevo género comercial-literario scientifiction o science fiction. Dejamos de lado la discusión acerca de si es un género o no, pero también esto provocó y provoca largas polémicas.

Menospreciada por los lectores pretendidamente cultos, la ciencia ficción tiene, sin embargo, muchísimos seguidores en todo el mundo y solo basta rastrear un poco en Internet para descubrir gran cantidad de grupos dedicados íntegramente a la lectura y escritura de este tipo de textos. Otra investigación nos llevaría a los autores de s-f, que abordan temáticas diferentes, que crean mundos de anticipación, que nos entregan visiones optimistas o terriblemente pesimistas acerca del futuro, o que usan la ciencia en mayor o menor medida.

Más allá de lo dicho anteriormente, resulta curioso que de esos autores muy pocas sean mujeres, pero sin dudas la autora es Ursula K. Le Guin, la primera mujer galardonada con el título de Gran Maestra por la Asociación de escritores de ciencia ficción y fantasía de Estados Unidos (SFWA). Asimismo, recibe varios Premios Hugo y el premio Nebula. Representado por un bloque transparente con una nebulosa incrustada brillante, las editoriales no suelen dejar de mencionar que una novela obtuvo este último galardón, porque sirve como marca de reconocimiento de otros escritores y, al igual que el premio Hugo, para aumentar las ventas de la obra. De hecho, se considera uno de los premios más importantes de la ciencia ficción.

El mundo de Rocannon (1966) es la primera novela de la autora y relata las aventuras de Gaverel Rocannon en un planeta remoto en el que se encuentra de expedición etnológica. Un conflicto interplanetario del que hasta el momento no se ha tenido noticia en la expedición lo deja aislado y solo en el innominado planeta. En cuanto a su estructura, es una novela enmarcada por un prólogo –El collar– y un epílogo. El cuerpo, a su vez, está dividido en dos partes –El Señor de las Estrellas y El Vagabundo–. En el prólogo se relata cómo Semley, una doncella noble, viaja para recuperar un collar que le fue robado a su familia y será Rocannon el que se lo devuelva.

Lejos de la hard science fiction, que busca establecer una relación cercana entre lo que se narra y los conocimientos científicos y técnicos del momento, la novela de Le Guin se acerca más a la space opera, otra de las vertientes de la s-f. En este tipo de relatos ubicados en el espacio, se privilegia la aventura más que la verdad científica.

Pese a la ambientación general que por momentos se acerca a lo fantástico, la novela, sin embargo, no descuida el aspecto hard. Por ejemplo, mientras Rocannon viaja y se mantiene joven, él mismo reflexiona que probablemente ya no quede nadie vivo entre su familia y sus conocidos. Los propios Agnyar ven como mágica la vuelta de uno de los suyos al cabo de decenas de años con el mismo aspecto juvenil con el que se fue. Hay entonces cierta verosimilitud científica en cuanto al tratamiento de los viajes del protagonista. Le Guin evita las armas sofisticadas o las naves tan típicas de otros relatos de viajes espaciales, pero curiosamente es en esta novela donde se sientan las bases de uno de los dispositivos más exitosos de la ciencia ficción: el ansible, un hipotético aparato de comunicación más rápida que la luz –al que Le Guin describirá en detalle en su novela Los desposeídos (1974)–. Otros autores posteriores lo incluirán en sus propias novelas.

En este punto, deberíamos preguntarnos qué es lo que atrae tanto de la ciencia ficción, qué es lo que le da vigencia. Por lo general, aquellos que la consideran un género menor, suelen argumentar que es una literatura de evasión que nos permite escaparnos de las condiciones de una existencia rutinaria poco feliz e identificarnos con un personaje que compensa con su vida las carencias con las que convivimos a diario. Aunque en apariencia la s-f parezca responder a esta definición, un análisis más profundo nos muestra que sus autores –aun en la creación de mundos que parecen más alejados de nuestra realidad– trasladan los problemas, las contradicciones y los miedos de nuestro propio mundo presente. Cuando un autor como Ray Bradbury escribe “El otro pie” con un planeta Marte colonizado por negros que someten a los blancos, asistimos a la misma discriminación y segregación que podemos ver en cualquier ciudad o país en los que vivimos.

En el caso de Ursula Le Guin, El mundo de Rocannon pertenece al ciclo de historias de la autora enmarcadas en el mismo universo, el que rige Ekumen, una organización que trata de integrar poco a poco a todo tipo de razas y planetas, aunque siempre de forma respetuosa. El planeta innominado (hasta que se le da el nombre de Rocannon) está habitado por varias razas inteligentes, con dos troncos principales de los que los Angyar, altos y bellos, y los Gdemiar, pequeños y poco atractivos, son sus principales representantes. Los Angyar son señores feudales, dedicados fundamentalmente a dirimir sus pequeñas diferencias en lances de honor, los Gdemiar, trogloditas y nocturnos, son más prácticos y dedican sus esfuerzos a la artesanía y el trabajo de los metales. Además de ellos hay otras razas, ya sea tributarias de los Angyar, como los Olyior, o los Fiia, emparentados con los Gdemiar pero prácticamente sin relación con ellos.

La autora norteamericana, al estratificar de forma tan clara a los habitantes del planeta, lanza un claro mensaje en contra de las clases más favorecidas, dedicadas a ocupaciones completamente inútiles mientras que el trabajo real lo realizan otras castas socialmente inferiores. Hay una crítica social que, si bien no es el objetivo de la novela, le confiere al texto una trascendencia que va más allá de una historia de aventuras espaciales. En este sentido, las llamadas novelas distópicas o contrautópicas de escritores como Swift, Huxley, Orwell o Bradbury nos mostraron lo que no debería ser, dónde no deberíamos llegar. Mediante obras alegóricas o futuristas, estos autores han abordado la crítica de sistemas sociales existentes o nos han puesto en guardia respecto a alarmantes futuros posibles. Todo esto nos permitiría discutir la concepción de la ciencia ficción como un género menor de evasión

Por último, la s-f nos devuelve algo de las epopeyas de la antigüedad en cuanto a que el enfrentamiento no solo se da entre pueblos diferentes, sino que hay una contraposición de valores: una exaltación de la valentía y el sacrificio frente a actitudes más egoístas y más apegadas a las necesidades cotidianas. Rocannon, en este sentido, es un héroe de epopeya que arriesga su vida por otros, que tiene una misión que excede a su propia persona y que presenta una escala de valores comparable a cualquier protagonista de gestas pasadas.

En conclusión, El mundo de Rocannon es un excelente libro de ciencia ficción para los amantes del género. Para los detractores, es también una lectura recomendable para producir al menos asombro que es un buen punto de partida para empezar a cuestionarnos ciertas cosas de la realidad en la que estamos todos sumergidos y que no siempre nos cuestionamos como deberíamos.

Ursula K. Le Guin, El mundo de Rocannon, Edhasa, 2011, 188 págs.

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Adriana Santa Cruz

Profesora y Licenciada en Letras, redactora y gestora cultural