La otra Flannery O’Connor

Adriana Santa Cruz
Leedor
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4 min readDec 8, 2023

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Flannery O’Connor (1925-1964) fue una autora norteamericana de novelas y relatos. Está considerada como una de las mejores cuentistas dentro de la generación de escritores que se desarrolló en el sur de Estados Unidos y que le debe mucho a William Faulkner. Quizás menos conocida es su pasión por los grabados en linóleo, dibujos y cómics. En todos ellos ya se puede observar una mirada acerca del mundo que después se traducirá en su literatura: la tendencia a lo grotesco y la rareza de sus personajes, seres situados en los límites sociales y morales.

El linóleo es un de las técnicas más simples de grabado: se corta o se dibuja, se tiñe y se apoya sobre una superficie. Lo que tiene de particular es que las imágenes se marcan al revés, como en un efecto espejo. La mayoría de estas creaciones de O’Connor aparecieron en el periódico de la Universidad de Georgia para la Mujer entre 1940 y 1945, mientras estudiaba Ciencias Sociales. Sin embargo, desde los cinco años ella ya había comenzado a hacer dibujos animados, a crear pequeños libros y a escribir bocetos cómicos con sus propias ilustraciones.

Flannery O’Connor: The Cartoon (publicada en español como Flannery O’Connor. Tiras cómicas, por la editorial Nórdica) descubre este otro lado de la autora. El volumen tiene una introducción del grabador e ilustrador Barry Moser, y un análisis del cruce entre la literatura y el cómic a cargo de Kelly Gerald, especialista en la escritora. Flannery O’Connor pensaba que el dibujo era un gran aliado de un escritor: “Cualquier cosa que te haga ver te hará entender”, decía. Moser escribe en la introducción: “Más adelante en su vida, O’Connor diría que las cosas en las que trabajaba más duro solían ser sus peores trabajos. Es obvio que no trabajó mucho y duro en estas imágenes y eso es en gran medida parte de su encanto. También dijo que una historia (o una impresión de linóleo, si se prefiere) tiene que tener fuerza además de significado, y el significado tiene que estar en la fuerza. Sus huellas ciertamente tienen músculo, y mucho”.

Casi todas las viñetas incluidas en esta edición pertenecen a la época en que fue estudiante en el instituto Peabody y en el Georgia State College for Women, de Milledgeville, y hablan sobre experiencias estudiantiles: la expectativa por las vacaciones, las quejas sobre profesores, el agobio de los exámenes finales. Las obras están firmadas con un monograma que sugiere un pájaro: la “M” era el pico; la “F”, la cola; la “O”, la cara y la “C”, la curva del cuerpo. Los monogramas se formaban girando las iniciales o las letras de un nombre hasta crear imágenes heráldicas que representaban a una persona o un trabajo, y que se imprimían en papel de escritorio, pañuelos o tarjetas de visita.

Aunque el humor sea uno de los rasgos característicos de la literatura de O’Connor, los chistes algo infantiles de las viñetas adquirieron con el tiempo un tono más oscuro en su escritura: sin duda, una de las razones para esto fue el lupus que le diagnosticaron a los 25 años.

“Hay que aprender a pintar con palabras”, decía la escritora, y al respecto dice Gerald en el libro: “O’Connor sabía dibujar un personaje que podía hacer reír a la gente y utilizar lo que sugerían las imágenes para hacer que los espectadores captaran la gracia sin tener que explicarla. Había creado un repertorio de chistes, gags visuales, tipos y situaciones cómicas del que podía echar mano al construir un relato para darle impulso”.

La primera novela de Flannery O’Connor fue Wise Blood (Sangre sabia, de 1952), obra que enseguida llamó la atención de críticos y lectores por su extraña combinación de lo gótico, lo profético y el mensaje del evangelio católico. En su siguiente novela, Los profetas (1960), prosiguió indagando por la misma senda de religión y misterio que había abierto con la primera. Sin embargo, ya por aquellos años se había revelado como una gran autora de relatos, donde agregó una curiosa fascinación por lo grotesco, y por la presentación de incongruencias extremas en la psicología de sus personajes y en el espacio en que se mueven.

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Adriana Santa Cruz
Leedor

Profesora y Licenciada en Letras, redactora y gestora cultural