Las tres primeras mujeres del Nobel de Literatura

Adriana Santa Cruz
Leedor
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5 min readApr 28, 2024

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Cuando leía a las tres primeras Premio Nobel de Literatura, recordé el libro de Stefan Bollmann, Las mujeres que escriben también son peligrosas, que nos habla de aquellas que tuvieron que luchar contra los prejuicios, los mandatos familiares, las presiones de sus parejas, y los impedimentos económicos y sociales para cumplir con su vocación o con su deseo.

Selma Lagerlöf, Grazia Deledda y Sigrid Undset recibieron el galardón de la Academia sueca bastante temprano si pensamos que los nobel comenzaron en 1901, y ellas lo recibieron en 1914, 1926 y 1928, respectivamente.

Selma Lagerlöf (Marbacka, 1858–1940) fue una novelista sueca. Durante diez años fue maestra y en 1895 dejó su trabajo para dedicarse a la carrera literaria. Fue el noveno Premio Nobel de Literatura en 1909 “en reconocimiento al elevado idealismo, la intensa imaginación y la percepción espiritual que caracteriza su obra”. Luego ingresó en la Academia sueca en 1914.

A raíz de una lesión congénita de cadera, no podía participar en todos los juegos infantiles y entonces empezó a leer un montón: Hans Christian Andersen, los hermanos Grimm, Alejandro Dumas y Walter Scott, entre otros. Su abuela paterna, además, le contaba leyendas que mezclaban elementos cristianos y paganos. De ahí que la tradición de contar cuentos haya sido muy significativa para su actividad literaria, como aparece en La leyenda de Gösta Berling.

Gösta Berling es un joven pastor que, a causa de su gusto por la bebida, tiene que dejar su cargo e inicia un peregrinaje lleno de aventuras y de encuentros amorosos. Como en toda su obra, Lagerlöf mezcla lo mítico, lo fantástico y lo legendario, e incluye un mensaje positivo que destaca el poder del amor para cambiar a las personas y salvarlas. El tratamiento de lo fantástico me hizo recordar al escritor alemán E. T. A. Hoffmann, en especial por la aparición de lo siniestro irrumpiendo en el mundo cotidiano.

Esta escritora, además, utiliza muchas técnicas que después se hicieron frecuentes en la literatura: mezcla de narradores y de puntos de vista, apelaciones al lector y saltos temporales, todo con una capacidad impresionante para describir personajes y espacios, y crear atmósferas. También incluye poemas, cartas, pactos con el diablo, brujas, escenas de amor, aventuras caballerescas y un retrato de la condición de la mujer hacia 1800.

Grazia Deledda (Nuoro, 1875 — Roma, 1936) fue una narradora italiana. Si bien sus novelas pueden incluirse dentro del Naturalismo, sus historias mezclan algo del Romanticismo con narraciones orales que había escuchado en su isla natal, argumentos tomados de los textos bíblicos y sus lecturas de los novelistas contemporáneos: todo con un fondo moral. Fue el vigésimo cuarto Premio Nobel de Literatura en 1926 “por su obra de inspiración idealista que, con plástica claridad, retratan la vida en su isla natal y, con profundidad y simpatía, tratan los problemas humanos en general”.

Los críticos coinciden en que Deledda siempre recurre a un mismo conflicto: el estrecho círculo de tradiciones y valores religiosos como escenario de pasiones sin salida que precipitan los personajes hacia la culpa y el consecuente castigo. Esto se ve en la novela El secreto del hombre solitario, donde Cristiano, el protagonista, es un personaje huraño que vive solo en una casa apartada cerca del mar. Ahí establece una relación con Ghiana, una campesina, a la que él maltrata y somete a su antojo. Sin embargo, cuando se ocupa la casa de al lado, llegan Sarina y su esposo, y comienza a nacer el amor entre ella y Cristiano. Si bien, al comienzo esta historia parece muy predecible, pronto aparecen otros ingredientes: la culpa que siente el protagonista a partir de hechos de su pasado y la idea de que inexorablemente será castigado por eso. No falta la reflexión acerca de Dios y el destino en varios de los personajes: si dejamos de lado la cuestión religiosa, hay un determinismo que es propio del Naturalismo al que pertenece la autora.

En las novelas de Grazia Deledda, además, siempre hay un fuerte vínculo entre los lugares y las personas, entre los estados de ánimo y el paisaje que se representa, y esto la acerca más al Romanticismo. Por ejemplo, hay un episodio de un gran temporal que tiene como correlato la tormenta metafórica que ocurre en el interior del protagonista.

Sigrid Undset (Kalundborg, Dinamarca, 1882 — Lillehammer, 1949) fue una escritora noruega. Cuando murió su padre, que era arqueólogo, estudió historia y arte medieval, y comenzó a trabajar en una oficina para mantener a su madre y a su hermana, mientras que durante la noche se sentaba en la cocina a escribir. Fue el vigésimo sexto Premio Nobel de Literatura en 1928 “principalmente por sus poderosas descripciones de la vida en el Norte durante la Edad Media”.

Ella, como tantas mujeres, se planteó el dilema de salir a trabajar o atender a su familia; entonces decidió cuidar de sus hijos durante el día, y reservar los domingos y las noches para escribir. Esto la hizo ser consciente de cuál era realmente la situación de la mujer, y decidió tomar parte activa en los movimientos de debate político y social en favor de sus derechos. En 1940 se exilió en los Estados Unidos, donde colaboró activamente con el movimiento antinazi.

Sus primeras obras abordan el tema de la mujer trabajadora. Sin embargo, hubo un hecho muy significativo en su vida y que también determinó la temática de sus obras posteriores: en 1924, se convirtió al cristianismo. A partir de esta fecha se ocupó de conflictos relacionados con la fe, como la oposición entre el amor terrenal y el amor divino, y de temas históricos, particularmente ambientados en la Edad Media.

En la trilogía sobre la vida de Kristin Lavransdatter, traducida como Cristina, hija de Lavrans, se cruzan todas las preocupaciones de la autora acerca de la situación de la mujer, y la cuestión religiosa con el enfrentamiento entre paganismo y cristianismo. La acción se desarrolla en el siglo XIV y parte de la infancia de Cristina, pasando por su matrimonio y, finalmente, su entrada al convento, todo acompañado de descripciones muy buenas no solo de los lugares, sino también de los personajes con sus contradicciones y de las costumbres.

Las tres son escritoras que recomiendo, que sorprenden y que trascienden lo argumental para abordar cuestiones profundas y problemas que, en definitiva, son los que transita la humanidad desde siempre: el amor, el dolor, la soledad, la muerte.

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Adriana Santa Cruz
Leedor

Profesora y Licenciada en Letras, redactora y gestora cultural