“Turistas”, Hebe Uhart

Adriana Santa Cruz
6 min readDec 26, 2021

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Si –como dice Umberto Eco– cada lector crea su propia lectura a partir de sus competencias, no existe una sola forma de abordar un libro. Así, Turistas de Hebe Uhart puede ser leído desde diferentes lugares.

En principio, es un libro que reúne nueve cuentos. Es, además, un conjunto de historias cuyos protagonistas pertenecen a espacios y estratos sociales diferentes: la mujer que viaja a Nápoles con su familia buscando que los estudios de italiano de su hijo “les rinda”; Stephan, el turista alemán que a través del lenguaje muestra la distancia que separa su mentalidad de la de los argentinos; Fernando, el que abandonó la carrera de Letras, y se propone fundar una revista literaria en contra “de la religión, de la policía y de un montón de mierdas más”; los personajes típicos de cualquier reunión de consorcio; la mucama paraguaya que deja su Ibicuy natal para trabajar en Buenos Aires; la joven que busca un grupo de pertenencia para enfrentar su soledad; la turista que va a Mendoza para terminar dándose cuenta que solo “sale de una rutina y entra en otra distinta”; el muchacho que recibe como parte de pago un departamento en la costa; y Arturo con su sueño de crear un centro cultural para que los artistas “intercambien ideas”.

Sin embargo, los cuentos de Uhart pueden ser leídos también a partir del concepto de viaje como motivo que recorre y da coherencia a todo el libro. La autora confiesa que le gusta mucho viajar y muchas de sus experiencias en este sentido se transforman en crónicas a la manera de Kapuscinski, cuya lectura le “encanta”, según ella misma declara. Este tipo de escritura la obliga a una observación detenida de tipos y espacios que, sin duda, se traduce en Turistas.

Mijail Bajtin en Teoría y estética de la novela aborda el concepto de cronotopo (del griego: kronos ‘tiempo’ y topos ‘espacio, lugar’) como la conexión de las relaciones temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura. Los elementos del tiempo se revelan en el espacio, y el espacio es entendido y medido a través del tiempo, lo que crea así una atmósfera especial y un determinado efecto.

En sus investigaciones, Bajtin distingue diferentes tipos de cronotopos, pero los que nos interesan a nosotros son el cronotopo del encuentro y el del viaje, íntimamente ligados entre sí. El primero (separación, pérdida, descubrimiento, búsqueda, hallazgo, reconocimiento, etc.) necesita de una configuración temporal (“en el mismo momento”) y una espacial (“en el mismo lugar”) para poder producirse. El motivo del desencuentro, a su vez, seguiría estas mismas configuraciones pero en sentido negativo (“en distinto momento” o “en distinto lugar”). En relación con lo anterior, surge el cronotopo del camino, ya que en la novela, por lo general, los encuentros se producen en el camino, un camino espacial y temporal en el que se cruzan las series espacio-temporales de las vidas y los destinos humanos.

Si bien Turistas es un volumen de cuentos, es interesante aplicar las consideraciones que el crítico ruso trabajó en las novelas. Todos los cuentos presentan el cronotopo del encuentro ya sea porque el vagar de los personajes los lleva a toparse con otros seres, en general, diferentes a ellos –como ocurre en “Turistas y viajeros”, “Stephan en Buenos Aires”, “Turismo urbano” y “El departamento de la costa”–; ya sea porque el relato plantea de antemano un lugar de encuentro en el que también confluyen personajes disímiles –“Revista literaria”, “Reunión de consorcio”, “La excursión larga” y “El centro cultural”– , o como ocurre en “Bernardita”, el camino recorrido es, sin dudas, una metáfora de la vida con sus encuentros y desencuentros, sus sinsabores y sus momentos felices. Es en este cruce de caminos, donde se verifican dos de los temas que la crítica señala como característicos de la narrativa de la autora: la falta de comunicación y la soledad a las que conviene enfrentarnos con humor para no caer en la desesperación.

Sin dudas, el humor es un sello de la narrativa de esta escritora que se apoya, fundamentalmente, en la caracterización de los personajes y en el trabajo con el lenguaje. Aquí es donde se nota el poder de observación de Uhart; con pocas pinceladas describe los tipos que habitan la ciudad: los consorcistas, el matrimonio con su hijo adolescente, los “pensadores” que tienen grandes ideas pero que jamás podrán llevarlas a la práctica con éxito, los marginados del sistema, o los extranjeros solos en una ciudad que les resulta incomprensible; todos presentados dentro de un tono tragicómico que escapa al drama, pero que maneja muy bien la ironía. Asimismo, la autora considera que “El escritor está obligado a tener un oído atento al lenguaje” y esta atención especial se ve en “Stephan en Buenos Aires” y “Bernardita”, cuentos que no por nada están escritos en primera persona, lo que permite oír las voces de los propios personajes con sus registros y sus variables dialectales.

Si pasamos al cronotopo del viaje, este se desarrolla en torno al movimiento del protagonista en un espacio marcado entre dos puntos, en el cual se producen los eventos narrativos. Ya en su desarrollo histórico-literario el viaje adquiere una configuración metafórica, se convierte en el lugar en el que el héroe se perfecciona. En este sentido, el viaje no es sólo peripecia en el tiempo y el espacio, sino que también se reviste de significado simbólico y se presenta como un movimiento interior del propio héroe, como tránsito y aprendizaje, como camino de reconocimiento; por eso Bajtin señala que el viaje es también “el camino de la vida”.

Todos los cuentos de Turistas se organizan en torno al cronotopo del viaje que no necesariamente tiene que ser un camino a un lugar lejano. Es más, solo en “Turistas y viajeros” y “Stephan en Buenos Aires” se produce un traslado lejos del punto de partida. En el resto de los cuentos, el destino es el interior del país –como en “La excursión larga” o “El departamento de la costa”–, o hay, simplemente, pequeños viajes dentro de la ciudad o, incluso, dentro del propio edificio donde se vive (como ocurre con la reunión del consorcio), aunque siempre favorecen, en palabras de Bajtin, el “tiempo de la aventura”. Asimismo, si el viaje es una metáfora del aprendizaje, de un camino que conduce a la perfección del héroe, nos encontramos en la narrativa de Uhart –como en toda la narrativa contemporánea– con antihéroes que más que perfeccionarse no tienen bien en claro adónde se dirigen, o que fracasan y no siempre construyen a partir de ese fracaso, o que terminan su viaje con un sabor amargo que los hace volver a aquello que habían dejado de lado antes. Nunca sabemos si hay un aprendizaje que permita encarar la vida de otra manera porque los personajes –a diferencia del héroe tradicional que vuelve a su lugar de origen– nunca regresan al lugar de dónde partieron. Todos los cuentos terminan un poco antes de que se materialice esa vuelta: o en el trayecto hacia ese origen (como ocurre en “Turistas y viajeros”), o en el punto de partida hacia nuevos caminos (como en “Stephan en Buenos Aires”), o no se habla de la vuelta, aunque está implícita (como en “La excursión larga” o “El departamento de la costa”), o se clausura definitivamente ese regreso, como ocurre en “Bernardita”.

No obstante el manejo de las técnicas narrativas que presenta Hebe Uhart, los cuentos son dispares en cuanto a su calidad. Frente a “Turistas y viajeros”, “Stephan en Buenos Aires” o “Bernardita” quedan un poco atrás algunos, como “Reunión de consorcio”, que no logran el vuelo literario de los mencionados ni consiguen atrapar al lector de manera pareja. Más allá de algunos altibajos, Turistas es una lectura ideal para aquellos que buscan identificarse con algunas situaciones, que gustan de la narración de hechos cotidianos y que, de vez en cuando, se detienen a reflexionar acerca de lo que, en definitiva, nos pasa a todos: la vida.

Hebe Uhart, Turistas, Adriana Hidalgo, 2008, 156 págs.

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Adriana Santa Cruz

Profesora y Licenciada en Letras, redactora y gestora cultural